Rutas por la Comarca de Baza: Los Santos Inocentes del 2015

Al final un "sol y sombra", literal y figurado ¡¡

Todos menos el fotógrafo, como siempre



Otro nuevo día de ruta para este grupo de andarines intrépidos. En esta ocasión hemos ido “ a la limón”, con el grupo de corredores Cantarranas, con los que hemos compartido un día y un trayecto, ya clásico para ellos: la “carrera de los Santos Inocentes”, que se extiende a lo largo de unos 18 km, 13 de ellos en subida.
Para el personal del Abrevadero, la ruta es conocida por todos, y transcurre por el sendero de subida hasta el Cortijo Narváez, para, desde allí, dejarse caer por el asfalto hasta el inicio del camino de entrada. Sin embargo, cada vez que la iniciamos, tenemos la sensación de recorrerla por primera vez, y hasta nos ilusionamos con transitar de nuevo los parajes que mantenemos en el recuerdo, y que consideramos ya familiares.
A las 8:00 horas iniciamos el recorrido desde las “también clásicas” Dominicas, punto de comienzo bastante habitual para muchas de nuestras rutas. Con dirección sureste abordamos el camino de la Ribera, y como siempre, las “gacelas” toman ventaja y los “diesel” a retaguardia. El comentario estrella del trayecto: “hay mas aceite en el suelo que en los arboles”, y es que la aceituna a nuestro paso, ya recogida, solo nos muestra el olor y la imagen que en el suelo ha dejado la “primera prensada”, del caucho de las ruedas de los coches.
Pasamos por la fuente de la teja casi de soslayo, apenas insinuaciones sobre si habría misa, que fue que no, de inmediato las 7 fuentes, para abordar a continuación el sendero, que nos llevó hasta los almendrales, donde divisamos un grupo de cérvidos, todos hembras, claro.
El cortijo Santaolalla, vino a presentarse casi sin darnos cuenta, foto de rigor y de nuevo con dirección sur-sureste avanzamos por los agradables recuerdos de un sendero que casi lo dibujamos mentalmente, y que nos inunda de tomillos, romeros y enebros por doquier.
La “cuesta la goma”, era una amenaza, no precisamente encubierta, que quedó enmudecida por la no tan jadeante subida que algunos vaticinaban. Avanzamos hasta el cruce con la pista forestal de subida del cortijo Santaolalla, donde tras un “tentempié” muy ventoso y venturoso, retomamos la tarea de proseguir con el empeño del día.
Solo un kilómetro más arriba, desviamos la trayectoria en dirección oeste, tomamos con decisión y con seguridad plena un “atajillo”, que casi todo el mundo conocía, hasta que después de 20-30 minutos, decidió desaparecer sin pedirnos permiso, no sin antes, disfrutar un buen rato de la naturaleza en su máximo esplendor salvaje, o sea, campo a través. Delante de nosotros solo se nos mostraban, árboles y barrancos. Nada de caminos, nada de vereas, ningún sendero.
El “atajillo” con aspiraciones a “corral”, no consiguió subir en el escalafón, pues no había gallinas, y aquel, quedaba con la puerta abierta,… a cualquier sugerencia. No se hizo esperar la primera: “lo mejor es volvernos por el camino andado”, y la segunda: “no deberíamos arriesgarnos”.
Inocentes, inocentes ? no sé...jejejeje
Algún intrépido ó intrépida se aventuró entre la maleza y, como en el descubrimiento, gritó: “carretera a la vistaaaaa”. A menos de 100 metros abocamos al camino asfaltado que procedía del cortijo Narváez y que a ese nivel había sobrepasado ya el mojón de carretera que marca la altura del terreno, y que algunos denominamos como mojón del autillo, por los recuerdos de ver a la pequeña rapaz en su otero, cada noche que subia a los campamentos de verano.
Fue divertido ver en ese momento la cara de los “abrevadorenses”, pues se habían salvado, eso si, de una muerte segura, y fue precisamente en este punto donde nos sobrepasaban los corredores, los animábamos a su paso y a su vez también en alguna ocasión, el ánimo fue recíproco.
Llegamos a la caseta forestal de la entrada del camino sobre las 12:20, donde nos esperaban la mayoría de los “cantarraneros”. Encuentro con ambiente muy agradable y cordial que incluyó un recibimiento con anís y dulces navideños. Fotos de rigor todos juntos y cada mochuelo a su olivo.

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