El impacto de la procesionaria en los
pinos de nuestra sierra y más concretamente en el entorno del Arroyo Uclías ha sido uno de los motivos
de conversación e impresión de los caminantes de A las dos en el abrevadero. El
objetivo era recorrer el curso del arroyo y penetrar en las aldeas que aún se
conservan a lo largo del camino. La primera parada, en el acueducto del Tablas, nos ha servido para recordar cómo era el
esquema básico de este tipo de molinos, donde el agua del Arroyo de Mórax se convertía en la única fuente de energía para su
funcionamiento. Desde ahí no hemos dirigido
al Uclías, siguiendo su cauce hasta el Tesorero. Su estado ruinoso no impide
imaginar la vida de los moradores de estas humildes viviendas, y en algunas de
ellas aún se pueden ver restos del ajuar que utilizaban. Sus habitaciones “blanqueadas”,
los restos de carpintería y las puertas de vieja madera arruinada por el paso
del tiempo dejan sin palabras a los caminantes. A medida que seguimos el curso
del río, hemos llegado a la zona minera , donde los restos de edificios
construidos al efecto, los montones de escoria y los gruesos muros de piedra
para recoger mineral despiertan la curiosidad de cualquier caminante.
Una vez abandonado el Uclías la
vereda ascendente que nos lleva a la aldea del Moro ha supuesto la verdadera “tachuela”
del recorrido, pero ya hace tiempo que aprendimos la lección, así que pasito a
pasito, cada uno a su ritmo hemos ido subiendo hasta la aldea, donde los restos
de las iglesias nueva y vieja de San
Nicolás del Moro y las leyendas del cura
Don Emiliano han dado un toque de interés a la visita. El calor ha ido
apretando y la pista forestal que nos llevaba al lugar de origen, aunque en
perfecto estado de conservación, se nos ha atragantado en algún punto, pero al
final todo lo que empieza termina y por supuesto bien.
No todo han sido penas, así que en
las cercanías de Don Martín, aldea minera situada por encima del Tesorero ,
donde se encuentra el cortijo del Puntal,
que ha sido nuestro refugio particular durante muchos y muchos años hemos
repostado y recuperado fuerzas. Bueno, esto es una manera de hablar, porque
creo que con la “lluvia” de tortillas, fritada, empanadas, etc. etc.
por lo menos, por lo menos, hemos equilibrado la fuga de posibles calorías
perdidas en la caminata. Para bajar un poco el almuerzo hemos dado un pequeño
paseo a Don Martín, para que los que
han ido por primera vez puedan beber y mojarse con el agua ferruginosa de las
antiguas minas, que según la leyenda rejuvenece a todo aquel que la toca
(jejejej). En definitiva un domingo de “moros y cristianos” que hemos celebrado
a nuestra particular manera, caminando, disfrutando del paisaje y sobre todo
disfrutando de una buena amistad. Los andarines de A las dos en el abrevadero han
conseguido otra esforzada y bonita ruta.
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