Jeres o Jerez del Marquesado, lo mismo da, lo importante no es el nombre,es lo espectacular que puede llegar a ser un pueblo de montaña, a la falda de Sierra Nevada en otoño. Lo tenemos ahí mismo, a un poco más de media hora de viaje y parece que nos hemos adentrado en un bosque continental y no en uno plenamente mediterráneo. Los castaños han deslumbrado a los andarines por ese tono amarillo cálido de sus hojas, pero no estaban solos. Encinas, alcornoques, quejigos, majoletos y numerosos matorrales hacen de esta sierra un lugar para perderse.
A lo largo del barranco del Alcázar hemos podido ver tres antiguas centrales hidroeléctricas que abastecían de electricidad a las minas de Alquife, y precisamente en una de ellas, la última, hemos repuesto fuerzas antes de iniciar el duro ascenso para recuperar el sendero que nos ha llevado al área recreativa de la Tizná. Desde ahí, los últimos cinco kilómetros han discurrido por el PR-A 31 hasta dejarnos de nuevo en Jeres o Jerez del Marquesado.
Como remate del día, una suculenta comida a base de exóticas carnes a la piedra en el restaurtante "La vaca en llamas" ha aplacado el apetito acumulado tras doce duros pero magníficos kilómetros de sierra. Una vez más el grupo de A las dos en el abrevadero puede decir: Ruta conseguida ¡¡¡
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