Rutas de A las dos en el abrevadero: Pantano del Portillo y Cerrada de Lézar



Río Castril

Poco a poco nos acercamos al "final del curso" y los andarines de A las dos en el abrevadero a pesar del calor de estas fechas, cada semana afrontan una ruta con la intención de ir conociendo con más profundidad nuestra comarca y las limítrofes. La última escapada ha sido al pantano de Castril (Portillo) y a la Cerrada de Lézar, dos objetivos en una misma excursión.
Entre agua y barro
Con una cielo anubarrado partimos de la pista forestal que lleva hasta el nacimiento del río de Castril en el punto donde ésta cruza el río, a unos pocos kilómetros de la aldea de Los Tubos.Una pasarela de madera acondicionada para minusválidos nos indicará que estamos en el lugar correcto. Desde ahí comenzamos el descenso del río con destino al pantano, y a poco de salir nos encontramos con la primera dificultad: hay que atravesar el cauce en más de un punto. En ese momento, no con poco cachondeo, sacamos las sandalias y zapatillas de agua de nuestras mochilas y nos quedamos "descapotables" para cruzar el río. El agua en algún punto llegaba a "extremos peligrosos" pero había que cruzar "sí o sí". El agua y el barro se iban alternando hasta que llegamos a un punto en el que continuar era imposible, así que como pudimos nos calzamos de nuevo e iniciamos el regreso al punto de partida. 

Cerrada de Lézar

Desde ahí, en sentido contrario cogimos la pista hasta llevarnos al desvío indicado de la Cerrada de Lézar. Un corto aunque duro ascenso nos llevó hasta unos cortijos idílicos por el enclave y la plácida actividad que en ellos se observa. Animales de todo tipo, incluso algunos pavos reales llamaron nuestra atención, sobre todo por los "graznidos" que éstos emitían y que resonaban en las calizas paredes verticales dando la sensación de que estábamos en alguna escena de "Parque Jurásico" a la espera de la aparición de algún enorme dinosaurio. Después de estos sobresaltos y siguiendo el sendero marcado llegamos a la Cerrada de Lézar, un asombroso cañón de enorme altura que nos hacía sentirnos insignificantes. Nos adentramos por él hasta un punto en el que había que escalar para poder continuar. Desistimos de hacerlo pero no renunciamos a volver para hacerlo cuando la luz del día no vaya disminuyendo como ocurría en esta ocasión. Una vez más nos sorprendimos de ver los rincones que guarda nuestra comarca y que son desconocidos por la mayoría, un lugar para recomendar a una hora de camino de nuestra Plaza Mayor. El descenso, con la satisfacción de haber echado una buena tarde fue rápido, sobre todo pensando en la cerveza veraniega que nos esperaba en Baza. Una vez más los andarines de A las dos en el abrevadero cuelgan el cartel de....ruta conseguida¡¡¡




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